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Psicología, Bienestar, crecimiento y desarrollo personal

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Este año en navidad, en casa hay una silla vacía. Transitando el duelo en navidad

 
 
 
 

En fechas especiales, como es la Navidad, suelen ir de la mano de la nostalgia, del recuerdo de aquellos que ya no están. Sentarnos a la mesa y ver que su asiento está vacío, ese lugar que ocupaba nuestro marido, nuestro padre, nuestro abuelo. Además, en un año marcado por la pandemia y el dolor asociado de muchos, esta sensación se experimentará con tristeza en muchos hogares. A este proceso, se le denomina el Síndrome de la silla vacía.

Normalmente, en las casas nos sentamos siempre en el mismo sitio y cuando alguien fallece, todos seguimos sentándonos en el mismo lugar, y esa silla queda vacía. Cuando se acerca alguna fecha “señalada”, las emociones se intensifican, sobre todo durante el primer año de la pérdida. Las primeras celebraciones sin la persona que falta suelen ser las más difíciles. Esa silla que sigue vacía en esa cena de Nochebuena, esa Navidad o ese cumpleaños, coge un peso más importante: Se refiere a la muerte, a una pérdida permanente.

Pero ese sitio en realidad siempre está ocupado porque si no se sienta nadie y mencionamos esa persona, se suele mirar hacia la silla. Está siempre ocupada por alguien o por un recuerdo de esa persona con el que llenamos ese espacio, esto último se da cuando aceptamos de manera saludable su muerte.

Por otro lado, cuando se acercan las fechas y estamos enfrentando un proceso de duelo, hay mucha culpabilidad, un desbarajuste entre estar triste y pasarlo bien continuando nuestra vida. Estos vaivenes emocionales forman parte del proceso de duelo.

Podemos sentirnos culpables porque normalmente estamos sentados en una mesa, celebrando algo, y una parte de nosotros no quiere hacerlo sin esa persona. Tenemos esa sensación de nostalgia, pero es una parte imprescindible para poder afrontar el duelo, sentir esas experiencias internas para poder transitar el duelo.

Además, este año hay que sumarle las muertes por covid, algunas han generado unos duelos muy difíciles porque no hemos podido ir al tanatorio, no hemos podido hacer los rituales para afrontar su muerte e integrar lo sucedido de una forma “sana”.

Muchas personas creen en el mito erróneo y dañino de que llorar, recordar, etc. es malo. De manera que “prohíben” o impiden indirectamente que nadie exprese su dolor y su tristeza, obligándose a sonreír y a poner buena cara aunque no se tenga ganas. No es sólo que crean en ese mito y se lo apliquen para ellas mismas, sino que no respetan que otras personas puedan pensar diferente, por lo que además impiden que las personas que forman esa unidad familiar puedan compartir la tristeza y acompañarse en un momento tan importante.

Por eso, las recomendaciones van a depender de las relaciones familiares que se tengan y para que cada persona que lea este artículo encuentre la opción que mejor le vaya, voy a plantear unas preguntas:

Ese día me voy a acordar de la persona que ya no está. ¿La puedo recordar en familia o tendré que recordarla sola?

Si tengo la opción de contar con mi familia, puedo hacer algún comentario, poner una foto suya en algún lugar importante de la estancia, incluso hacer un brindis, o guardar un minuto de silencio en su recuerdo antes de la comida.

Si no puedo contar con mi familia, pondré algún símbolo cuyo significado solo conozca yo: Una vela en la mesa, una foto, o algún objeto que me recuerde a esa persona.

¿Cómo voy a estar más a gusto en la cena/comida? ¿Necesito avisar a alguien o contar con la ayuda de otra persona?

Por ejemplo: Si este año no tengo fuerzas para cocinar, puedo pedirle a alguien haga mi parte, puedo encargarme de lo más fácil o comprar comida preparada.

¿Y si me desbordo?

Este es un miedo muy común. Si me desbordo… NO PASA NADA, aunque no lo entiendan. Tengo derecho y es normal. “Ya, pero ¿y si me ven l@s niñ@s?”: Repetimos: No pasa nada. Niños y niñas entienden perfectamente que cuando se está triste se llora. Así además les enseñamos que mostrar emociones no es malo, ni vergonzoso. Les enseñamos a entenderlas, a gestionarlas y a compartirlas.

¿Y si yo no me siento cómoda expresando emociones en público?

En ese caso tienes dos opciones: Puedes aprovechar este momento tan especial de tu vida para “colocar” algunas cosas, entre otras, tu manera de estar con otras personas y aprender a mostrarte y a recibir apoyo. Será un aprendizaje estupendo que te facilitará la vida en adelante. La otra opción es buscar un sitio para poder llorar tranquila y avisar a alguien de tu confianza para que te dejen tranquila hasta que te puedas incorporar a la cena, o para que te acompañen y no te dejen sola, en función de tus necesidades y preferencias. Si puedes avisar antes de que ocurra, l@s demás sabrán qué esperas de ell@s en esta situación y tú también sabrás qué esperar, eso puede hacer que sea menos estresante si ocurre.

¿Y si me lo paso bien?

La misma respuesta que antes: ¡NO PASA NADA!, tengo derecho y es normal. Es importante respetar nuestras emociones. Hay personas en duelo que sienten que si dejan de sentir dolor, le están faltando al respeto a la persona que han perdido o que es un signo de que esa persona no era tan importante para ellas, pero esto no es verdad. Simplemente estamos vivas y seguimos respirando y viviendo. Estamos rindiendo homenaje a la vida y también a los seres queridos que ya no están físicamente con nosotros. Nosotros estamos aquí, y es sano conectar con la energía de vida, ellos desean lo mejor para nosotrxs.



Marta Giner Peñalba

 
 
 
 
 
 
 
 

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