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Es imprescindible ser honesto con los más pequeños de la casa. Normalmente no nos gusta dar malas noticias y tendemos a utilizar eufemismos para proteger a los más pequeños. Decimos cosas del tipo “ el abuelo se ha ido”. Pues no, el abuelo no se ha ido, el abuelo se ha muerto”. Si les explicamos las cosas bien, los niños nos entenderán y podrán así transitar el duelo de forma más natural.
Es fundamental que seamos conscientes de la emoción que queremos expresar cuando demos la noticia: “La emoción adecuada no tiene por qué ser la alegría, puede ser la melancolía. Debo asegurarme de que lo que transmito es lo que quiero, debo trasladarle lo que me hace sentir el fallecimiento de esa persona querida. La pena. La tristeza”.
El siguiente paso es dar información real y concreta al niño: “Por ejemplo, el viernes pasado, la abuela, no se encontraba bien y se puso muy malita, siempre hay que tener en cuenta el lenguaje, y ha fallecido”. “Si yo evito el relato de los acontecimientos”, prosigue, “si no soy asertivo, es más difícil que el niño o la niña acepte la muerte”.
Además, todas las tradiciones nos ayudan a gestionar el duelo. Es bueno que los peques participen, como ir un ratito al tanatorio para ver que la gente está triste y que ellos mismos puedan expresarlo y se den afecto. No hay que dejarles al margen. Las tradiciones que están ligadas a los ritos funerarios nos viene muy bien para saber que hay lugares en los que yo me puedo expresar libremente, no me siento juzgado y estoy acompañado. Y permiten la despedida.
Por último, no debo esconder a mis hijos, o a nadie, cómo me siento. “Si me pongo triste en casa porque me acuerdo, lloro, y luego le explico a mi hija qué me ha pasado, por qué me he acordado del abuela. Todo esto no implica que porque yo esté triste no puedo hacer cosas que me divierten, “es algo que también deben entender”: “Yo estoy triste, pero van a seguir viniendo los Reyes o vamos a seguir cantando villancicos, por ejemplo”.
En relación con los niños, aunque suene muy espiritual, para poder mantener esa energía de la persona que se ha ido entre nosotros, es también esencial hablar de ellos, mantenerles presentes. Tratar de conectar esa ausencia con algo positivo, con lo que esa persona aportaba.
Y conectar con el presente. Hay que normalizar la pérdida. No están ahí, la silla está vacía, pero siguen formando parte de la familia. Y es bueno para el duelo. Nos conecta como miembros de una misma familia.
Marta Giner Peñalba
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